Los viajeros y turistas están acostumbrados a desplazarse por el mundo en toda clase de medios de locomoción, además de sus propias piernas: desde una bicicleta hasta un velero. Y el trayecto suele ser un mero trámite para llegar al sitio que se quiere visitar.
Generalmente, pues, el viaje es tremendamente aburrido.
Yo, por el contrario, suelo valorar tanto el destino que visito como el medio de transporte que empleo para llegar hasta él. Por ejemplo, conducir de noche me parece una actividad tan mágica que realmente la disfruto tanto como el lugar que voy a visitar, como si estuviera en mitad de una Road Movie.
En ese sentido, os recomiendo el libro ‘El primero trago de cerveza y otros pequeños placeres de la vida’, de Philippe Delerm para apreciar en toda su amplitud el placer de viajar de noche en tu propio coche. Por ejemplo, os copio este fragmento:
Es extraño el coche: a la vez es como una casita familiar y como una nave espacial. Al alcance de la mano, unos caramelos mentolados de regaliz. Pero en el cuadro de mandos esos polos fosforescentes de color verde eléctrico, azul frío, naranja pálido. Ni siquiera necesitamos la radio –tal vez la pongamos luego, a medianoche, para escuchar las noticias. Resulta agradable dejarse seducir por ese espacio. Por supuesto, todo parece dócil, todo obedece: el cambio de marchas, el volante, un toque de limpiaparabrisas, una ligera presión en el elevalunas. Pero al mismo tiempo el habitáculo nos maneja, impone su poder. En ese silencio acolchado de soledad, nos sentimos casi como en una butaca de cine: la película desfila ante nosotros y parece lo fundamental, pero la imperceptible levitación del cuerpo produce una sensación de dependencia consentida, que también cuenta lo suyo. Fuera, en el foco luminoso de los faros, entre el guardarraíl de la derecha y las matas de la izquierda, reina la misma quietud. Pero si abrimos el cristal de repente, el aire exterior abofetea nuestra semisomnolencia: resurge la velocidad brutal. Fuera, los ciento veinte kilómetros por hora tienen la densidad compacta de una bomba de acero arrojada entre dos guardarraíles.
Los buenos viajeros, pues, también disfrutan de los transportes que emplean, aunque no sean siempre un crucero de lujo o equivalentes, hasta el punto de que pueden apreciar el modelo de avión que toman para volar, como os explicó mi compañera Maria Victoria.
Así pues, allí van algunos datos curiosos sobre transportes que cogéis normalmente:
Bicicleta
La primera bicicleta de la historia fue construida por el inglés Starley en 1885, con dos ruedas iguales y unos frenos sensatos. Tal y como explica Nikolaus Lenz en 1.000 preguntas y respuestas:
Durante un tiempo, la bicicleta rodaba con duras ruedas de goma. Sin embargo, ya en 1888, el francés Dunlop inventó la rueda llena de aire. El aire amortiguó los golpes mucho mejor que la goma dura; sin embargo, tiene el inconveniente de que en caso de dañarse, pfff, se pierde el aire.
En la próxima entrega de este artículo, os explicaré muchas más curiosidades sobre otros medios de transporte, como el coche, el tren, el velero o el avión
via Diariodelviajero http://www.diariodelviajero.com/cajon-de-sastre/cosas-que-probablemente-no-sabias-sobre-los-medios-de-transporte-que-usas-para-viajar-i
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