El otro día me acerqué con mis alumnos al laboratorio Espacio RAW, para conocer de cerca el funcionamiento de un espacio profesional de fotografía. Gracias a la atenta labor de David López Espada y Amador Toril, pudimos descubrir todos los entresijos para conseguir las mejores copias de nuestras fotos.
Tener entre las manos una buena copia en papel de nuestra fotografía favorita es una de las sensaciones más grandes que puede tener un fotógrafo que ame su trabajo. En la época del carrete, el momento más emocionante era cuando íbamos a la tienda y recogíamos el resultado de la sesión; o cuando llegábamos a casa, nos metíamos en el cuarto de baño improvisado como cuarto oscuro y revelábamos el carrete, lo secábamos y empezábamos a positivar rápidamente la hoja de contactos para ver cómo había ido todo. Cuando al final conseguías una buena copia en papel te sentías como dios, o en mi caso, como Richard Avedon.
El papel es el destino ideal de una fotografía, ya sea en un libro o para exponer. Pero es difícil conseguir un buen resultado. No vale cualquier cosa. Lo malo es que si no tenemos el ojo entrenado seremos incapaces de reconocer una buena o una mala copia. Lo mejor en estos casos es ver exposiciones para educar la mirada o hacer una de las mejores terapias que existen para estos casos que es revelar una misma fotografía en varios sitios, con varios papeles y descubrir cuál es el mejor. O confiar directamente en un buen laboratorio.
Algunos estarán pensando que imprimir en casa es la mejor opción. Y es así, pero los costes de inversión iniciales son muy altos. Además sólo compensa si imprimimos con frecuencia: la tinta se seca, es muy cara (dicen que vale más que el oro muchas veces), las impresoras tienen fallos (cada dos por tres hay que limpiar los cabezales y eso consume mucha tinta), hay que calibrar los equipos con sistemas que no son nada baratos... No hay nada como las cosas caseras, pero en este caso el bolsillo es el que manda.
Un laboratorio como Espacio RAW piensa que lo único que se puede ofrecer al cliente es la mejor calidad posible sea cuál sea el encargo que queramos hacer. Tiene la misma importancia un aficionado que un profesional, y eso es algo que en pocos laboratorios encontramos. Recuerdo una vez, cuando era más joven, que un laboratorio rechazó positivar mis fotografías porque no tenían tiempo para esas cosas mal hechas (mis negativos).
Al frente de Espacio RAW, situado en Madrid, está el fotógrafo David López Espada, que durante muchos años ha trabajado para Isabel Muñoz, una de las grandes artistas de España, y Amador Toril, uno de los mejores fotógrafos que podemos encontrar en la piel de toro. Ambos, además, son profesores. ¿Qué ventaja tiene esto? Que no son sólo técnicos, sino que entienden a los fotógrafos y saben lo que se puede hacer.
En este laboratorio el cliente llama por teléfono para concertar un cita, pues el objetivo es una atención personalizada. Tenemos la posibilidad de llevar el archivo revelado, preferiblemente en TIFF de 16 bits (algo muy poco habitual en los laboratorios, pero que garantiza el mejor resultado). Y también podemos llevar, si fuera necesario, el archivo RAW, para que nos lo revelen allí. Una de las ventajas es que podemos ver nuestro archivo en sus monitores. Es el momento de recibir consejos, corregir matices de color, de brillo o de contraste, porque lo que se ve en sus pantallas, es tal como se va a imprimir, gracias a un método perfecto de gestión del color, basado en equipos de alta gama (Epson, Eizo, X-Rite...).
Cuando todo está al gusto del cliente, llega el momento de elegir el papel. Frente al clásico RC, el papel que encontramos en todos los laboratorios, en este laboratorio podemos elegir cualquier papel de cualquier marca, siempre que estemos dispuestos a pagarlo, claro está. Si nos entran dudas, siempre podemos hacer caso a la opinión de David o Amador, que buscan siempre la mejor relación calidad/precio. El mundo de los papeles es un universo aparte, pero cuando pruebas un baritado digital, o uno artesanal, no te imaginas la foto en otro soporte.
Al final sólo nos queda esperar a que las impresoras de 9 u 11 tintas terminen de hacer su trabajo y recoger la obra con un certificado que garantiza la alta calidad de todo el proceso. Todo esto tiene un precio, pero nunca tan alto como alguno puede imaginar. No tiene sentido comprarse la mejor cámara, con un objetivo impresionante; procesar la foto con un editor de imágenes bastante caro, para luego imprimir el resultado en la tienda de la esquina en cinco minutos. La fotografía se merece que todo el proceso sea el mejor posible.
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